“Para un buen médico sus pacientes son una prioridad, y el trato humano requiere que no sientas tu profesión como un oficio. Considero que la medicina no es lo que hago para vivir, es más bien parte de lo que soy, y creo que eso sólo se alcanza a través de verdadera vocación”.
A este cirujano vascular, nacido en Caracas y asentado en Madrid desde hace ya algunos años, llegó a La Moraleja cuando se incorporó al Hospital Ruber Internacional. Venía de Oviedo, donde ejercía en el Hospital Universitario de Asturias, y en Madrid buscaba un lugar que estuviera cerca del colegio de sus hijos y en el que su familia se sintiera a gusto. Y desde entonces la zona norte de Madrid se ha convertido, como el mismo reconoce, en su centro de operaciones, porque “una vez que conoces La Moraleja -nos dice con convencimiento- tienes que quedarte a vivir aquí”. Le encanta su especialidad por todas las posibilidades médicas que le ofrece. Como el mismo reconoce: desde salvar la vida de un paciente con aneurisma de aorta, a dedicarse al campo de la estética. De hecho, en su caso, Armando se ha especializado en el tratamiento de varices sin cirugía.